Que
nuestra ciudad está viviendo uno de los momentos más duros de su larga
historia, no lo duda nadie. Miles de jerezanos sufriendo la lacra del paro;
otros cuantos miles que, pese a trabajar, no reciben remuneración por su
trabajo; muchos hijos nuestros obligados a desplazarse a otros lugares de
España o del extranjero ante el desesperanzador futuro que se augura;
empresarios precisados a cerrar las empresas en las que se han dejado su vida,
y un largo etcétera que están consiguiendo que nuestros ciudadanos, que
todos, vivamos en una permanente
situación de congoja y atosigados por una tristeza cada vez más patente.
En
estas circunstancias nuestra Iglesia, a la que como hermandad pertenecemos,
sigue siendo, quizás, el único referente
al que acudir en los momentos de extrema dureza: Cáritas, el comedor del
Salvador, las hermandades, y otro sin fin de asociaciones buscan, ayudan, dan
de comer, alojan, pagan recibos y facturas, atienden y hacen lo humanamente
posible para paliar las necesidades de nuestros hermanos.
Nuestra
Iglesia y, por supuesto, todas las asociaciones que la componemos y nos
sentimos orgullosos de pertenecer a ella, no busca reconocimiento alguno, no
pide homenajes, ni necesita de grandes reconocimientos públicos. Todo lo hacemos
porque creemos y sentimos que es nuestra obligación y porque la ayuda a los
demás es la esencia misma de nuestra fe.
Ahora
bien, de la misma manera que no pedimos aplausos, si creemos que tenemos que
exigir respeto hacia nuestra fe, hacia nuestras creencias y, por supuesto, a
los símbolos que la representan.
Esta
mañana hemos podido comprobar cómo ese respeto no se ha mantenido cuando hemos
asistido al discurrir por nuestras calles de una manifestación en forma de
procesión que ha utilizado todos nuestros símbolos para mofa de los asistentes
y como manera de llamar la atención.
No
dudamos de la buena voluntad de los organizadores y participantes que, estamos
seguros, solo han pretendido conseguir un importante eco mediático a unas
reivindicaciones totalmente justas, pero nos parece que existen otros métodos y
maneras que no impliquen el uso de nuestros símbolos cristianos.
Con
humildad, siendo conscientes de la situación, comprendiendo la desesperación de
muchos jerezanos entre los que se encuentran infinidad de hermanos nuestros,
pero con absoluta firmeza, nos atrevemos a pedir, por tanto, el máximo respeto
posible a nuestra fe, a nuestras convicciones y a los símbolos sagrados que la
representan.
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