He
pensado Señor, por qué creo en tu figura.
Parece
que el silencio te colma, te brinda instantes de sonoridad quieta y no te
entregas a las manos que ansían tocarte.
Ensimismado
en la mudez torpe de mis labios, rezando sin cesar con los latidos del corazón
envuelto en preocupaciones que nada tienen que ver con lo importante, atisbo un
credo en cada cosa que hago al pensar.
He
preferido decirme muchas veces que la Salud radica en lo que no se ve, en la
acción de tu mano izquierda mientras la derecha se hace ciega aparentando
normalidad.
Por poner la cruz henchida
En panales de labranza.
Por ponernos tu esperanza
Al servicio de la vida.
Por sanar toda la herida,
Que nos regala este mundo.
Por no dudar un segundo,
De la fe que te tenemos.
Por permitir que soñemos,
Contigo, mi Dios profundo.
Se inicia la oración:
Creo en el amor verdadero, aquel que no
se compra ni mendiga, que nace de lo más hondo y se comparte en miradas, gestos
y caricias.
Creo en ti, en todo cuanto tiene nuestro
nombre, seña y manera, pues eres el que nos da la vida y quién decida llevarnos
junto al Padre, llegada la hora.
Creo en la fe, vehículo incalculable de
nuestro destino y en el tiempo, guardián de los momentos compartidos,
encontrando en el camino, paisajes verdaderos de amistad, que nos revelan la
bondad de los hermanos.
Creo en el “Amaos los unos a los otros,
como yo os he amado”, fundamento de la religión que practicamos.
Creo en la risa, en el llanto, en la
pena y en la gloria, pues en ellas habitan todo lo realmente conocido y son
parte de la vida que nos toca experimentar, aunque a veces se agote el alma y
quiera quebrarse sin remedio.
Creo en la unión, la fuerza, el cogerse
de la mano y derribar el sufrimiento. En el padrenuestro sumergido en la cabeza
tras comulgar a ciegas, tendiendo la mano al horizonte del Sagrario.
Creo en el abrazo, ternura inexplicable
hecha milagro, contagio de sensaciones que afloran en la piel del otro.
Creo en la buena voluntad, en no pensar
en mí, más que lo justo y necesario, en no ser yo si no eres ante tú.
Creo en el futuro, en el convencimiento
de saber que todo depende de ti y de lo que esperas y anhelas, en el bastión de
la Biblia aunque se tuerzan los senderos que escogemos.
Creo en las circunstancias, pues
propician lo que nos ocurre y nos ayudan a demostrar que existen las
casualidades, si ponemos tu rostro en quién no cree porque no ha conseguido
ver.
Creo en sabernos agradecidos y dichosos,
en el “gracias” constante, en la revelación de la sonrisa y una buena palabra
para el que tenemos delante.
Creo en Dios, como alma de las
relaciones, sean del tipo que sean.
Creo en el universo, que conspira día a
día, aventurándose el futuro sin más presagio que las horas que marca el reloj.
Por todo eso, Cristo, hay un credo que
no termina. Puedo llamarlo oración, rezo, plegaria, canto, letanía, canción o
epístola. Sé que al mirarte, estás. Al pronunciarte, te apareces con las llagas
abiertas si mi debilidad te ansía. Y si te hablo, me conmueves. Dejas tu Salud,
mordiendo lo malo y acrecentando lo bueno. Aireando las banderas del optimismo
y el ánimo. Llenando las alcobas que quedaron vacías y las ocupas sin pedir
nada a cambio. Salud en la advocación que prefiere morir y reinventarse en nosotros.
Parece
que estás dormido
en
los ojos de la gente.
Te
despiertas de repente
aún
en la cruz dolido.
Sacramento
sometido
en
la verdad de tu cara.
Pues
al mirarte se aclara
todo
el miedo por quererte
vencedor
ante la muerte
que
tu boca nos contara.
No
he parado de buscarte
donde
tu rostro perdía
el
color que le ofrecía
la
sangre si por llamarte
latía
más por quejarte
el
corazón sin templanza.
Camino
que con bonanza
susurra
puertos de mares
poniendo
a nuevos lugares
nombres
nuevos de confianza.
Abrirte
las manos solas
desenclavando la vida
haciendo lo que me pida
tu sangre mientras le lloras
al calvario de mil olas
que te presenta Jerez.
¡Frontera de todo aquel
que alzando Dios a su hijo
nombrándolo Crucifijo
se arrodilla en San Miguel!
desenclavando la vida
haciendo lo que me pida
tu sangre mientras le lloras
al calvario de mil olas
que te presenta Jerez.
¡Frontera de todo aquel
que alzando Dios a su hijo
nombrándolo Crucifijo
se arrodilla en San Miguel!
ÁLVARO
CARMONA LÓPEZ
Cofrade
de las hermandad de la Virgen de Araceli de Lucena y de las de San Benito,
Divina Pastora de Santa Marina y Dulce Nombre de Bellavista, de Sevilla.
Ha
sido pregonero de diversos eventos, entre otros en la Hermandad del Buen Fin,
Semana Santa de San José de la Rinconada, hermandad de los Javieres, Cristo de
la Corona, Salteras, etc.
La foto es de N.H. Fernando Morales
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