Este fin de semana comienza el mes de Noviembre, en
el que recordamos de una manera especial a todas aquellas personas, familiares
y amigos, que ya no se encuentran entre nosotros.
Y este Domingo, es el día que la Iglesia celebra la
Festividad de los Fieles Difuntos. La Hermandad celebrará la Eucaristía por
todos sus hermanos difuntos, especialmente por los fallecidos en este último
año, el próximo día 21 a las 20,00 horas en San Miguel.
La semana anterior, el domingo día 16 de noviembre, efectuaremos
peregrinación al Santuario de Ntra. Sra. de las Montañas de Villamartin. Saldremos a las 9,00 horas de
la mañana. A la llegada al Santuario asistiremos a la Eucaristía que se
celebrará. A la finalización visitaremos el Santuario. Después tendremos el
resto del día para seguir haciendo hermandad compartiendo la comida que cada
uno aporte más un guiso que pone la Hermandad.
Aquellos interesados en participar pueden ponerse en
contacto con cualquier miembro de la
Junta de Gobierno o bien en la Secretaria de la hermandad para su inscripción.
El precio es de 8 euros por persona.
Os recordamos también que ya se encuentra en la Hermandad la
LOTERIA DE NAVIDAD.
LA JUNTA DE GOBIERNO
Adjuntamos el Evangelio:
Evangelio
Evangelio según San Mateo 11, 25-30
En aquel tiempo, exclamó Jesús diciendo: Yo te alabo, Padre,
Señor del Cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a los sabios y
prudentes, y las revelaste a los pequeños. Si, Padre, pues así fue tu
beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre y nadie conoce al Hijo sino
el Padre, ni nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera
revelarlo.
Venid a mí todos los fatigados y agobiados, y yo os
aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí que soy manso y humilde
de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas: porque mi yugo es
suave y mi carga ligera.
Comentario
Con la celebración de Todos los santos acabamos de comenzar
el mes de noviembre, la Iglesia nos introduce así en un tiempo en el que muchos
cristianos rememoran a sus difuntos y con ellos las verdades que iluminan de
modo esperanzado la perspectiva del fin de la existencia terrena de los seres
humanos.
Este texto del Evangelio que hemos ofrecido es la primera
opción que ofrece la Iglesia con motivo de la celebración del Día de los
difuntos; no nos extrañe oír otros textos en la misa a la que asistamos. Todos
nos van a conducir a reflexionar sobre los mismos argumentos.
Este evangelio nos ha recordado que los que confían en sus
propias sabidurías –sabios y prudentes- les resulta muy difícil aceptar la
revelación que Cristo nos ha traído. La visión de la fe va siempre unida a la
humildad. Quien se considera poca cosa delante de Dios –los pequeños- si puede
ver, los otros no perciben lo sobrenatural.
El Señor declara solemnemente: “Todo me ha sido entregado
por mi Padre y nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni nadie conoce al Padre
sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo”. Está afirmando su
divinidad. Es el conocimiento de una persona lo que nos da idea de nuestra
identidad con ella: “¿Qué hombre en efecto conoce lo íntimo del hombre sino el
espíritu del hombre que está en él?” (1 Cor 2, 11). El Hijo conoce al Padre con
el mismo conocimiento con que el Padre conoce el Hijo. Esta identidad de
conocimiento implica la unidad de naturaleza; es decir, Jesús es Dios como el
Padre. En este Jesús hemos sido injertados en el bautismo y con él somos llamados
a vivir la plenitud de la felicidad en la vida eterna.
El horizonte de la santidad a conseguir, esa meta que jamás
debemos perder, es a lo que hemos sido llamados. Toda la vida humana, apoyada
en la ayuda del Señor, estará orientada a ese fin: “Tomad mi yugo sobre
vosotros y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis
descanso para vuestras almas: porque mi yugo es suave y mi carga ligera”. El
yugo que no es suave, la carga que no es ligera es el que nosotros con nuestras
debilidades y pecados nos construimos. Quien con sencillez y humildad se deja
llevar por la acción de Dios en su vida encuentra el descanso en el Señor.
Así cada uno se prepara para los momentos últimos de su
existencia terrena: las llamadas en el leguaje católico, las postrimerías. Estas son la muerte, el juicio
y el infierno o la gloria.
Todos hemos de pasar por la muerte como puerta del deseado
encuentro con el Señor. La muerte será siempre un enigma misterioso, pero es la
apertura a una vida plena de gloria o de fracaso. El Señor nos pide que nos
mantengamos vigilantes pues en el momento en que menos se espera vendrá el Hijo
del hombre, que espera ver nuestras manos llenas con los frutos del amor …
Por eso seremos juzgados por el Amor. Este Amor se traducirá
en obras realizadas con la gracia de Dios en nuestra propia vida y en la de los
demás. Prepara ese momento quien frecuentemente, incluso diariamente, considera
cómo va su correspondencia a lo que Dios ha ido pidiéndole y, ante las
negaciones, rectifica, lucha, se esfuerza para desagraviar y recomponer el
camino de la santidad, es el examen de conciencia.
Todo eso lo viviremos de manos de la Virgen, nuestra Madre,
que estará mostrando al Señor nuestras buenas obras.
Comentarios: Rvdo. Sr. D. Manuel Gordillo Cañas, Pbro.
Párroco de la de San Roque de Sevilla
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