martes, 23 de marzo de 2010

I L U S I Ó N


Tiene una edad complicada para poder salir en nuestra hermandad: demasiado alto y mayor para ser servidor o monaguillo, demasiado pequeño para sufrir un capirote de más de un metro y soportar cinco horas y media mirando a la espalda del hermano que le precede.

Pero ha salido en los últimos años, ha vivido la grandeza del interior de nuestro Templo en esos momentos mágicos y únicos que preceden a nuestra salida, ha soportado con madurez y entereza la dureza de la Madrugada, ¿cómo decirle ahora que tiene que esperar uno o dos años para volver a ver cumplida su ilusión, ilusión de niño, ilusión de casi hombre, de acompañar a nuestro Santo Crucifijo por las calles de Jerez?

Además, su abuelo, cofrade serio, honesto, cabal, de los de lucha de todos los días, de los de ejemplo en los que aprender, vive con aún más ilusión la alegría de comprobar que su afán se perpetúa, que alguien de su familia, de su sangre, continúa siguiendo la senda del aprendizaje del amor a Dios, de la devoción a un Cristo y a una Virgen que serán parte importante de su vida por muy lejos que esté de Jerez, por muy separado que se sienta de la Iglesia. Su abuelo sabe que su nieto está mamando una fe auténtica que está llenando su aún pequeño corazón del espíritu que emana Dios.

¿Qué hacer?, ¿dónde lo ubicamos?: Charlas, posibilidades, reuniones y… al final a alguien se le ocurre una idea inmediatamente aceptada por todos. No habrá problemas de saltarse la dureza de nuestras Reglas, no sufrirá especialmente y podrá realizar una nueva Estación de Penitencia plena, feliz.

Nieto y abuelo estarán juntos en la Madrugada. No se verán en toda la noche, pero uno y otro sabrán que están allí, en el mismo lugar pero en sitios distintos, pisando los mismos adoquines fríos, sufriendo la soledad de algunas calles. Ambos esperarán con ansiedad el reencuentro en el amanecer del Viernes Santo, el abrazo en las naves de San Miguel cuando ya todos sentimos que hemos cumplido con ese rito anual que nos obliga a vestirnos de tela de ruan negro, ceñirnos el rudo esparto y calzar sandalias, para acompañar por las calles de nuestro Jerez a quién es más Salud que nunca, a quién se olvidó de sí misma para cumplir la voluntad de Dios.

Qué pena que muchos hayamos perdido esa ilusión, que tristeza da comprobar como muchos que dicen que son hermanos, que se llaman a sí mismos cofrades, prefieran disfrutar de las Cofradías desde las aceras o la comodidad del sofá de su casa, a vivir intensamente la penitencia a la que debemos sentirnos obligados. Que dolor produce escuchar excusa tras excusa para no vestir de nazareno, cuando intuyes que la realidad de no salir se intenta justificar de cualquier manera.

¿Qué les pasa? ¿No sienten algo de vergüenza cuando comprueban que sus hermanos si están donde él debería estar? ¿cómo pueden mirar a los ojos a esos hermanos que, con muchos años a sus espaldas, con dolores, con sufrimiento, jamás abandonan a su Cristo y a su Virgen en el día más importante del año? ¿o a esos otros hermanos que vienen desde Dios sabe donde, con muchos kilómetros y cansancio acumulado, para vivir unas horas enfundados en la túnica que él debería ceñir? ¿Cómo se plantan después ante las imágenes, a las que sin duda quiere, sin sentir en el estómago el pellizco de haberles fallado, de no haber cumplido con su deber?

Muchos no lo entendemos, no sabemos responder a estas preguntas, quizás porque las respuestas queden dichas entre ellos, quizás porque ni siquiera son capaces de hacerse estas preguntas, quizás porque los corazones duros de hoy no quieren ni admiten respuestas.

Aún estamos a tiempo. Aún puedes, podemos, recuperar la ilusión. Aún tienes la posibilidad de vivir, como el nieto y el abuelo, la esperanza de una vuelta a casa, a nuestro Templo, enfundados en esa túnica con la que muchos nos queremos presentar ante Ellos en nuestra última Estación de Penitencia, aún tienes la posibilidad de sentirse agotado, reventado, pero feliz por haber cumplido los dictados de tu corazón.

Tú tienes la palabra: ELLOS TE ESPERAN.

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