viernes, 9 de julio de 2010

Anécdotas en Tierra Santa (se acabó)

Jerez de la Frontera, siete de julio de 2010

Seguimos narrando algunas de las anécdotas que vivimos en nuestro viaje a Tierra Santa que concluyó este pasado lunes.

Fumadores.- Por lo visto son una plaga a nivel mundial. Se les niega el pan y la sal. Allá donde vayan no solo no pueden satisfacer sus deseos de encender un pitillo, sino que son mirados con desagrado por un montón de gente.

Consecuencia: la picaresca. Así hemos podido observar a algún peregrino fumarse un cigarro a un montón de metros de profundidad (allí bajamos solo diez o doce) en el aljibe de la piscina probática; escondidos en la parte trasera del bar del Mar Muerto; soportando 40 grados de pleno sol en un rincón lejano de Qum Ram donde no había ni lagartijas; tras unos setos altos en la Iglesia de las Bienaventuranzas; en los servicios del hotel, etc.

Menos mal que en los restaurantes dirigidos por palestinos todo es mucho más relajado y normal y te permitían hasta fumarte un puro sin necesidad de tenerse que salir a la “puñetera calle”.

Diamantes.- Nos ofrecieron en Galilea la posibilidad de visitar una de las tres ¿fábricas? existentes en Israel de tallado de diamantes (los judíos controlan el comercio mundial).

Allá que fueron bastantes de nosotros que volvieron a las dos horas aproximadamente, menos uno, que se quedó allí y que, nos dijeron, traerían más tarde en un coche de la propia empresa. ¿Por qué sería?

El crucificado del Vía – Crucis.- Queríamos traernos un recuerdo que quedara en la hermandad como testimonio de esta primera peregrinación. Decidimos que compraríamos una sencilla cruz que presidiría nuestro Vía – Crucis, cruz (que al final fue un crucificado) que nos adquirió uno de los chóferes de nuestros autobuses.

La idea era que fuera adquirida por la hermandad o sufragada por algunos de nosotros, pero muchos peregrinos nos pidieron colaborar. Así tras la Misa en el Santo Sepulcro el hermano mayor indicó que no diría el coste de la cruz, que cada uno aportara lo que buenamente podía o quería, y que todo lo que sobrara sería entregado al comedor del Salvador.

La generosidad de los peregrinos ha hecho posible que llevemos recogidos, y algunos han dicho que nos entregarán su importe en estos días, más de ochocientos euros, tras pagar la cruz. Precioso, ¿verdad?

Nuevos hermanos.- No todos los que viajamos estamos incluidos en la nómina de la hermandad. A los casi cuarenta hermanos se añadían algunas de sus esposas y esposos, familiares cercanos y algunos amigos.

Pues bien, ya casi al final de la peregrinación, varios de ellos se me acercaron para indicarme que querían pertenecer a nuestra hermandad de pleno derecho, lo que haremos tras la vuelta de las vacaciones.

Qué bonito tomar la decisión de ser miembro de nuestra hermandad en la tierra en la que nació, vivió y murió nuestro Señor.

La única incidencia.- Ocurrió en el Mar Muerto. Mientras algunos disfrutaban del baño que ya he comentado, uno de los peregrinos, vestido pero en la playa, intentó mojarse los pies para comprobar la temperatura del agua, sin apercibirse de que se encontraba en una zona de barro muy resbaladizo.

Batacazo, caída en al agua tan largo era, ropa con varios kilos de sal que hubo que enjuagar allí mismo en las duchas previstas para los bañistas, y los dedos de los pies que terminaron negros como el hollín como consecuencia del golpetazo.

A partir de ahí nadie pudo recibir más mimos. Voltarén en pastillas para la inflamación, otras pastillas para los dolores, masajes con no sé cuantas miles de tipos de cremas, oferta de zapatos anchos, de zapatillas abiertas, de…

Para haberse caído, vamos.

La otitis del peregrino.- Todos habíamos intentado que nada afectara al resto de peregrinos. Los más mayores se esforzaban por ir al ritmo de los demás para no causar retrasos ni molestias. Si a alguien le dolía algo se aguantaba como podía y seguía para adelante.

Una muestra de este esfuerzo y de la capacidad de sacrificio que se ha demostrado en esta peregrinación es que hasta no estar montados en el avión de vuelta no nos enteramos del dolor fortísimo de oído que había sufrido una de nuestras hermanas.

Ocurrió en Tiberias. Sin saber una sola palabra de otro idioma que no fuera el español, se fue sola a una farmacia. La mandaron al médico a cuya consulta acudió y que le recetó alguna medicina para el dolor que consiguió mejorarla en días sucesivos.

Cuando le recriminamos que no nos hubiera dicho nada, nos dijo que había comprobado que el viaje era tan importante para todos que no quería que por su culpa alguien tuviera que fastidiarse quedándose en el hotel acompañándola. ¡Hermoso!

Las discusiones árabes.- Os juro que llegamos a estar preocupados. Cada vez que hacía falta algo y se lo decíamos a alguno de nuestros guías, parecía que terminaba en bronca. Aspavientos, voces altas, unas parrafadas inteligibles y casi a gritos.

¿Qué pasa María, que nos tenéis asustados? Nada, es nuestra forma de hablar. Pues hija nos tenéis el corazón en un puño porque parece que va a iniciarse una guerra.

Comprobamos después que era verdad, que todos hacían lo mismo, que todos parecían que iban a matarse en cualquier momento. Qué barbaridad.

Como asumir el dolor.- Cada uno de nosotros asume sus males y penas de modo distinto. Hay quien se hunde, se deprime, o vive en la permanente tristeza. Hay quién le echa valor. Y hay, incluso, quién se lo toma a broma.

Nuestro hermano Eduardo sufre las consecuencias de un ictus desde hace varios años que le obligan a caminar con un tremendo esfuerzo y le impide el uso normal de uno de sus brazos, pese a ello se ha hecho famoso en este viaje por sus continuas bromas y chistes.

Estábamos almorzando el pasado domingo y los comensales tuvimos la siguiente conversación:

• Eduardo.- ¿A dónde vamos ahora?
• Respuesta.- A la Iglesia de Santa Isabel y la piscina probática.
• Eduardo.- ¿Que … es la piscina probática?
• Respuesta.- El lugar en el que Cristo curó al paralítico.
• Eduardo.- Ahí me tiro yo de cabeza.

Genial.

Otras.- Podría seguir contando historias, desde los nueve euros la hora que costaba internet en el hotel de Jerusalén, hasta el montón de pañuelos que nos hemos traído pasado por la piedra de la unción (la piedra sobre la que descansó el cuerpo de Cristo mientras era amortajado y en la que se realiza la estación número trece del Vía – Crucis, que siempre huele a rosas), pasando por un sinfín de momentos y comentarios, pero creo que ya es suficiente, creo que ya hemos demostrado la grandeza de esta peregrinación que, repito, nos ha marcado y cambiado la vida para siempre.

EPÍLOGO:

Por eso llega el momento final, el de los agradecimientos, el de los recuerdos hacia las personas que han hecho posible algunas de las vivencias más importantes de nuestras vidas:

A nuestros Directores Espirituales.- Ya he comentado como nos los calificaron en términos taurinos, pero hoy, ya en nuestra ciudad, y con algo más de serenidad, tengo que transmitir a todos los lectores de estas líneas que esta peregrinación no hubiera sido igual sin ellos.

Atentos a cualquier problema, pendientes de todo el mundo, cariñosos, participativos, con una enorme capacidad de transmisión de nuestra fe, y sabiendo darnos las dosis justas de ánimo y alegría, nos han regalado unas pláticas y homilías maravillosas, han conseguido que profundicemos en el amor en Cristo y en su Madre, y han hecho posible que volvamos con la seguridad de que nuestra fe no es vana, que tiene sentido, y que merece la pena vivir por ella.

A nuestros Diácono y acólito.- Todas nuestras Misas y actividades religiosas eran concelebradas. Ya hemos contado las homilías y charlas de nuestros primeros espadas, los padres Ramón Mera y Felipe Ortuno, pero sería injusto no recordar que hemos tenido la suerte de contar en la peregrinación con una “cuadrilla” de excepción: el diácono de la Parroquia de Santa María del Mar de Rota: Juan Carlos Fernández que nos hizo vivir cada Evangelio, y el acólito Joaquín Perea, nuestro hermano, Delegado Diocesano de Hermandades de nuestra Diócesis, que no solo atendió el altar en todo momento, sino que tuvo grandes detalles con muchos de nosotros, leyó, cantó y nos dirigió en el Vía – Crucis por el camino del dolor de Cristo.

A Manolo Fernández (Viajes Halcón).- Atento a cualquier problema. Furgón de cola que recogía a retrasados. Capaz de solucionar cualquier cosa. Manolo se extralimitó de sus funciones profesionales y se convirtió en un peregrino más que vivió con nosotros y con intensidad todos y cada uno de los momentos de la peregrinación.

A Suad María Sfeir (María, nuestra guía).- Sus charlas sobre la historia y el arte del lugar que visitábamos en cada momento, terminaban convirtiéndose algunas veces en lecciones de teología. No he visto a nadie poner más corazón en un trabajo.

Con una Fe con mayúsculas, defendiendo a muerte sus creencias (y nunca mejor dicho lo de muerte), pendiente de cada detalle, solícita a cualquier petición o necesidad, fue gran parte del alma de la peregrinación, y, muchas veces la voz de nuestras conciencias.

¡La sargento de hierro! Así la calificaron, en broma, algunos, pero tras la dureza aparente, un corazón como una casa.

A Nadi F. Rabadi (Nadi, nuestro otro guía).- Estudiante en Salamanca, licenciado en estudios de administración, palestino cristiano residente en una de las calles de la Vía Dolorosa de Jerusalén, era el contrapunto de María.

Menos pasional pero con muchísimos conocimientos, menos expresivo pero igual de atento a cualquier problema, a cualquier necesidad, Nadi terminó siendo aclamado y aplaudido por los componentes del autobús número dos.

A los chóferes.- También palestinos cristianos, no sé sus nombres completos y por eso nos los pongo, pero os juro que hicieron auténticas “vilguerías” con los pedazos de autobuses que llevábamos para llegar a tiempo a los sitios previstos. Jamás les faltó una sonrisa en los labios.

A los peregrinos miembros de nuestra junta de gobierno.- Asumieron su responsabilidad en todo momento y no la eludieron jamás. Se esforzaron hasta el infinito. Hicieron lo imposible para que todo fuera bien. Demostraron que eran hermanos del Santo Crucifijo.

A la hermandad.- Nos la llevamos a Tierra Santa en el corazón y la vivimos y disfrutamos como nunca lo hemos hecho. Nuestra forma de ser y de trabajar, nuestros silencios, la unión que pretendemos imponer en todo momento, se hicieron presentes en muchísimos instantes.

Todos nuestros hermanos estuvieron allí. De todos nos acordamos. Por todos pedimos.

A nuestros benditos Titulares.- Ellos lo hicieron posible, por Ellos fuimos, a Ellos nos encontramos, a Ellos sentimos, con Ellos gozamos hasta el infinito. Han conseguido renovar nuestra fe, y acrecentarla en muchos grados. No ha habido ni un solo problema. Nos los hemos encontrado en cada rincón, en cada esquina, en cada Iglesia, en cada piedra. Nos han acompañado y han guiado nuestros pasos. Nadie lo pone en duda.

Y la petición de perdón.- Quizás me haya pasado en algún momento con alguna de mis “filípicas” o forzando algunos de los momentos de oración no previstos inicialmente. Quizás no haya estado suficientemente atento a algún problema o necesidad. Quizás me haya pasado escribiendo estas líneas. Quizás… no haya estado a la altura que las circunstancias requerían.

No pretendo pecar de humilde sino hablar con sinceridad. He intentado en todo momento que esta peregrinación sea inolvidable. Para mí os juro que lo ha sido, y a muchos años luz que la que ya hice hace diez años. Espero que también lo haya sido para todos.

Si no ha sido así lo siento una enormidad, y os lo digo con el corazón.

Desde Jerez, con ansias y hasta necesidad de volver a aquella Tierra bendita y maldita a la vez, termino estas líneas que solo han pretendido dejar constancia de las vivencias y emociones de ochenta y seis personas, de ochenta y seis hermanos que han estado pisando, sintiendo y gozando de la presencia de Cristo y de María casi de manera permanente.

Que nuestro Santo Crucifijo de la Salud siga guiando nuestras vidas. Que nuestra Madre de la Encarnación continúe cubriéndonos con su manto.

Luis

Anécdotas en Tierra Santa

Jerez de la Frontera, seis de julio de 2010

Cumplo la promesa que realicé a algunos hermanos y empiezo a contar algunas de las muchas anécdotas que nos han ido acaeciendo es nuestra peregrinación. Intentaré resumirlas lo más posible.

Los peregrinos rusos y Galicanto.- Justo al lado de la casa de Caifás donde estuvo Jesús encerrado penosamente y pegado a la Iglesia que recuerda las negaciones de Pedro, existe un camino romano que se conserva tal cual desde tiempos anteriores a Nuestro Señor.

Por esa vereda de losas y piedras anduvo Jesús al menos dos veces: cuando fue arrestado y cuando se lo llevaron para juzgarlo. Es uno de los pocos vestigios reales de aquella época.

Pues bien, han tenido que cerrarlo en toda su extensión y ya no se puede disfrutar de un recorrido precioso que se hacía, habitualmente, rezando el rosario.

¿La razón?: Los peregrinos rusos cogieron la costumbre de ir con una pequeña picola y romper trozos para llevárselos de recuerdo. ¿Qué barbaridad, no?

Las banderas de España.- Seguro que era por mor del mundial de fútbol, pero nuestra primera sorpresa al llegar a Israel fue comprobar el montón de banderas de España que cubrían ventanas o estaban izadas en mástiles, lo que nos hizo muchísima ilusión. En casi todas las ciudades que visitábamos podíamos comprobar cómo se repetía la presencia de nuestra bandera, hasta en algún coche.

Desconozco si en aquellas casas vivían descendientes de españoles o españoles, pero la realidad es que en Israel hay muchísima gente que sabe y utiliza nuestro idioma con fluidez. Incluso algún miembro de nuestra peregrinación tuvo la oportunidad de charlar con algún sefardita descendiente de españoles.

El Padre Nuestro.- Sucedió el último día. Era la despedida de nuestros guías. Estábamos en la preciosísima Iglesia románica de Santa Isabel en Jerusalén. Nuestra guía, María, de la que ya hemos hablado antes, nos dijo que nos iba a hacer un regalo…Y se puso a cantar

Con una voz suave y melodiosa, nos deleitó con el canto del Padre Nuestro… en árabe. El silencio se cortaba con un cuchillo y la emoción afloró de nuevo en algunos de nosotros.

Alguien lo grabó. Intentaremos colgar en nuestro blog ese momento porque fue realmente delicioso y creemos que merece la pena que todos lo vivamos.

La última petición.- Estábamos en el Santo Sepulcro e íbamos a empezar la Eucaristía. Un grupo de seis personas se acercó a nosotros para pedirnos permiso para acompañarnos a lo que, lógicamente, accedimos.

La Misa transmitía una sensación de recogimiento, de oración. Cuando llegó el momento de las peticiones, que, como siempre, eran realizadas por todos nosotros, uno de aquellos señores pidió en medio de sollozos:

Señor, yo te pido por mi hermana que está hecha un vegetal. Yo sufro mucho viendo como se encuentra y toda nuestra familia también. Danos fuerza para ayudarla. Danos…”

No pudo terminar porque el llanto lo rompió. Vosotros os imagináis el resto.

Los taxis y el monte Tabor.- Al monte es difícil subir por la estrechez de la carretera, por sus grandes y cerradas curvas, que impiden que ascienden los autobuses.

Se llega pues a una especie de apeadero donde aparcan los autobuses, apeadero que cuenta, como siempre, con una gran tienda, y en el que te montas en unos taxis de ocho a diez plazas conducidos por árabes con bastante malas pulgas que te suben y bajan a tanta velocidad que parece que te vas a salir en cualquiera de aquellas pendientes. Me supongo que lo harán para “acongojar” al personal.

El dueño del apeadero y “capo” de los taxistas también es un árabe con bastante mala leche.

Mientras no bajen los últimos peregrinos, el resto, evidentemente se entretiene tomando cualquier cosa o comprando en la tienda con la avidez que os suponéis. ¿Qué es lo que hacen? Dejar arriba a varias personas sin que acuda nadie a recogerlos hasta que el citado señor comprueba que ya ha vendido todo lo que tenía que vender y avisa, entonces, al último taxi para que los baje, con lo que, en nuestro caso, cinco personas estuvieron más de media hora esperando en medio del monte, y me supongo que con cierto miedo de que nos hubiéramos olvidado de ellos.

La historia, aunque demuestra la picaresca que observamos en casi todas las ciudades árabes con un importante número de turistas, tiene tanta guasa que nos pidieron que protestáramos a la embajada de Israel para que su gobierno terminara actuando y buscando soluciones alternativas.

Los cánticos del autobús número dos.- Desastrosos, lamentables, horribles. Todo lo que os diga es poco. No os digo los nombres de quienes íbamos en él por pura vergüenza.

El Ángelus del autobús número uno.- Se suponía que no podíamos llevar a Israel ni comidas, y menos de cerdo, ni bebidas alcohólicas. Pues bien, alguien, o “alguienes” no se “enteraron” de aquella recomendación.

Conclusión: cuando llegaba la hora de la comida, algunos hermanos ya venían hartitos de vino de Jerez, de jamón, de queso, de chorizo, de…

En el otro autobús nos tuvimos que confesar del pecado de envidia.

Los ortodoxos.- Que suciedad en todos los lugares que tienen bajo su custodia. Que oscuridad en todas sus capillas. Qué cantidad de mugre por todos lados. Qué barbas largas dejadas y “poco claras”. Qué sotanas con manchas. Qué cantidad de velitas ridículas oliendo malamente. Qué montón de Iconos maravillosos que casi no se ven porque hace varios siglos que nadie los limpia. Qué peseteros.

Qué contraste con la limpieza y pulcritud de los lugares custodiados por la Iglesia católica.

Los partidos de España.- Vivimos dos, con Portugal en Tiberias y con Paraguay en Jerusalén. A destacar:

• En Tiberias coincidimos con un gran grupo de portugueses. Los dueños del hotel nos habían preparado un gran salón con sillas. ¡Un jamón! Los portugueses se metieron en el salón, nosotros, absolutamente todos, en el bar como es lógico que es donde nos servían cubatas, o lo que fuera. Movimos butacas, sillas, sillones, y dejamos aquello que no lo conocía nadie, pero disfrutamos como enanos.

Por cierto, vamos a contratar a nuestras peregrinas para animar a nuestro Xerez Club Deportivo. No os podéis imaginar lo que son capaces de hacer y cantar.

• En Jerusalén, había terminado el Sabbat y teníamos como vecinos a un grupo de judíos con sus sombreritos, quipás, etc. Todos serios, todos con esa carita de tristeza que llevan que parece que no se han reído en la vida, todos más blancos que el ajo.

Volvimos a poner el bar patas arriba y montamos tal follón que conseguimos que se rieran hasta los judíos además de, por supuesto, acabar con las reservas alcohólicas del hotel.

Mañana seguiremos con los recuerdos.

Un abrazo a todos, Luis

jueves, 8 de julio de 2010

TIERRA SANTA, Jerez de la Frontera, seis de julio de 2010

Llegamos anoche aproximadamente a las dos de la madrugada. Enormemente cansados, pero inmensamente felices.

Con unas maletas repletas de regalos y con el corazón rebosante de recuerdos, llegamos a casa.

Nuestro encuentro en la Plaza de Rafael Rivero con mi buen amigo Andrés Cañadas a esa hora de la noche me demuestra que estamos de nuevo en nuestra ciudad. Hemos vuelto a Jerez, y todos bien, gracias a Dios.

Del día de ayer, cinco de julio, poco hay que contar. Como dije en la última crónica muchos de nosotros nos levantamos otra vez a las seis de la mañana (cinco de la madrugada en España) para asistir a la Eucaristía de los franciscanos en el Santo Sepulcro.

Una Misa preciosa, cantada por la comunidad franciscana con el sonido impresionante del órgano, y además en español porque uno de los sacerdotes que presidía parece que es el director espiritual de un grupo grande de sudamericanos, y que hizo una homilía corta, pero preciosa también.

No pudimos entrar en el Santo Sepulcro porque hasta las nueve no están permitidas las visitas, pero si pudimos subir al Gólgota. Ahora no había Pope alguno que nos fastidiara (por lo visto madrugan bastante poco), ahora teníamos tiempo para disfrutarlo, y así lo hicimos.

No sabéis ni podéis imaginaros lo que se siente arrodillados sobre el lugar que ocupó Cristo clavado en la Cruz, y yo no lo voy a calificar, simplemente porque no puedo.

La vuelta al hotel por las calles angostas y llenas de vida de Jerusalén fue una mezcla de gozada y sufrimiento. Gozada porque parece que andamos por calles de la edad media: estrecheces, puertas medievales, calles completamente cubiertas; y sufrimiento por la suciedad, la mugre, y hasta porquería que tienen las calles del barrio árabe.

Al aeropuerto: Vaya tela de controles. Estaba claro que no habíamos visto apenas soldados ni sufrido problema alguno de seguridad en los siete días del viaje, porque… todos estaban allí. Hasta cuatro controles tuvimos que pasar. ¡Qué paliza!



A mí, por ejemplo, me hicieron tener una maleta abierta más de veinte minutos por que parece que en el escáner se veía algo. No era la plancha de viaje, ni el pequeño secador, ni el tensiómetro. Eran unas zapatillas de material que revisaron casi milimétricamente.

Menos mal que nuestro hermano Jaime habla un inglés correctísimo y explicó que las había adquirido en Jerez y eran de uso personal, que si no me destrozan las zapatillas para ver si había algo en su interior.

A nuestro amigo Paco Farach lo tuvieron 20 minutos haciéndole preguntas porque, por lo visto, su apellido suena a musulmán.

A nuestro antiguo capataz José María González se lo llevaron a otro sitio para cachearlo con gran disgusto de su hija que estuvo a punto de sufrir un “soponcio”. La verdad es que no nos extrañó aquello por la cara de “moro” que tiene José María.

Sin embargo, se supone que no se pueden meter botellas con líquido en el aeropuerto, y yo pasé por los cuatro controles una botella de agua en una bolsa de viaje sin que nadie dijera nada. ¿Alguien lo entiende?

Pero todo acabó en anécdotas de las que nos acordaremos algún día y servirán para que nos riamos.

Y hablando de anécdotas, me sugirieron algunos peregrinos que añadiera a estas crónicas algunas de las muchas que hemos vivido en Tierra Santa. La verdad es que en un grupo de 86 personas, durante ocho días y en una nación tan compleja como Israel, surgen un montón de circunstancias graciosas, simpáticas, emotivas y de todo tipo.

Iremos, pues, añadiendo a estas crónicas, y en los próximos días, algunas “croniquillas” de momentos felices y alegres para que queden perecederamente en nuestra memoria.

Pero eso será mañana. Hoy me voy a San Miguel que tenemos mucho que agradecer a nuestro Santo Crucifijo y mucho que hablar con nuestra bendita y preciosa Madre de la Encarnación.

Desde Jerez, hasta mañana. Un abrazo a todos, Luis

martes, 6 de julio de 2010

JERUSALEM. DOMINGO CUATRO DE JULIO DE 2010

Hoy cerrábamos la peregrinación. Tocaba de nuevo madrugar, porque a las ocho teníamos que estar en la puerta de Herodes de la muralla de Jerusalem (cuatro kilómetros de perímetro) para acercarnos caminando por las callejuelas del barrio árabe hasta el lugar de inicio del Vía - Crucis.

En la misma puerta de la muralla, y antes de entrar, el Padre Felipe bendijo el sencillo Crucificado que hemos comprado en Belén para que presidiera este Vía - Crucis. Crucificado que quedara en la hermandad como recuerdo y memoria de esta primera peregrinación a Tierra Santa.

Como explicar que se siente caminando tras la Cruz por unas calles estrechas, con tramos en cuesta y largos escalones, entre bazares árabes que empiezan a abrir, teniendo que pegarnos a la pared a veces para poder dejar transitar a una moto, a un coche o, incluso, a un pequeño tractor que recoge la basura.

Nada que se parezca a lo que vivimos, porque al paso de personas que rezaban o cantaban cuando nos escuchaban con respeto, a los ortodoxos que se persignaron, a los árabes que, respetuosos, callaban a nuestro paso, se unía a veces el sonido de un coche con la música altísima, los gritos de alguien llamando a otra persona y hasta los que se metían en el centro de nuestro grupo intentando vender cualquier cosa, desde agua hasta frutas.

Todo es diferente: los fuertes olores a especias, propios de un zoco, los sonidos desconocidos, calles de piedra por todos lados que en nada se parecen a las nuestras, suciedad a raudales. Es probable, muy probable, que así fuera el camino de Jesús con la cruz a cuesta camino del Gólgota.

Fuimos rezando, cantando, meditando, gozando cada paso, cada centímetro. Cada pocos segundos cambiaba el portador de la cruz que, junto a nuestros dos sacerdotes, caminaba delante de todos nosotros abriéndonos el camino, como señal del que teníamos, tenemos, que continuar.

Llegamos a la plaza que da acceso a la puerta de la Iglesia del Santo Sepulcro. Íbamos cantando perdona a tu pueblo y...
nos mandaron callar: en la plaza y en todos los lugares donde aparezca un Pope ortodoxo, están prohibidos los cantos, especialmente para los católicos.

Subimos al Gólgota. Sí, subimos, así como suena, por una escalera que ocupa el lugar exacto por el que se accedía a la gran piedra de la calavera que, en medio de una cantera abandonada, frente a una de las puertas de la muralla antigua, y frente a un cruce de caminos por su exterior, servía para los ajusticiamientos ejemplarizantes.

De este camino no cabe duda, como no lo cabe del lugar de la crucifixión, y como no lo cabe del lugar de la tumba.

Aun impresionados por el lugar en el que estábamos, quedamos aun mas atónitos cuando un Pope nos impidió rezar en voz alta con bastante malos modales y poca educación. Pese a ello lo hicimos. Pese a él nos arrodillamos uno a uno bajo el altar en el que está el boquete de la cruz, pese a todo, nos emocionamos hasta el infinito sintiendo tan cerca la presencia del Señor.

Y... a la cola, enorme cola, para poder acceder al Santo Sepulcro. Pero la espera (una media hora) mereció la pena porque pudimos darnos cuenta de hasta dónde pueden llegar los pecados de nuestras Iglesias. Y si no es así juzguen ustedes mismos:

Imagínense que están ustedes intentando concentrarse en el momento mágico que van a vivir. Nada más y nada menos que acceder al lugar en el que estuvo enterrado nuestro Señor. Frente al Santo Sepulcro, y en una especie de Iglesia interior de grandes proporciones el Patriarca Ortodoxo oficia la Función solemne de cada domingo: cantos altísimos, liturgia espectacular, incienso a raudales, etc. Asisten un montón de sacerdotes ortodoxos y monjas (todos de negro riguroso, y los oficiantes con unos ropajes impresionantes, tanto, que baste decir que la capa del patriarca tiene que ser llevada por cuatro personas), pero poquísimos fieles (conté doce personas).

A la vez, y justo detrás del Santo Sepulcro y en un pequeña Capilla el patriarca Copto oficia también su solemne función dominical: Salmodia contenida en un tono de voz que suena a arameo antiguo, movimientos de los sacerdotes que ofician (todos de blanco) y de los acólitos o como se llamen. Ropajes preciosos pero más pobres, pero que incluye que el oficiante va revestido desde los zapatos hasta la cabeza. Asisten un grupo pequeño de personas mayores, diez o doce, y por lo menos quince o veinte pequeños. Todos comulgan un trozo de pan, incluso a los recién nacidos les meten en la boca un trocito. Todos cuando comulgan se ponen un pañuelo bordado en la boca, que me supongo que será especialmente dedicado para este menester.

A la vez también, y justo detrás del muro de los coptos, oficia el Patriarca Ortodoxo sirio. Aquí van todos de negro y cubiertos con un capuz en punta, ropajes aun más vistosos (rojo fuerte), canto de un lector de manera permanente mientras se oficia sea cual sea el momento de la función y aun cuando el oficiante esté también hablando. Asisten seis o siete personas.

Pero faltaba lo mejor: Unos golpes fortísimos llegan desde la puerta principal. Una larga comitiva, precedida por dos pertigueros que van golpeando con fuerza y rabia cada paso que dan, inicia su entrada en el Templo. Da igual que todos recen y canten, da igual quien esté en la cola esperando: ha llegado el patriarca Armenio que viene a presidir también su función en la Capilla de Santa Elena y hay que hacerse notar. Le colocan una alfombra para que pueda besar la piedra de la entrada. La procesión continúa con la misma estridencia hasta llegar a su capilla, donde, otro más, empieza a escucharse otro nuevo canto fuerte y continuado.

Un lio impresionante y casi aterrador a nuestros ojos porque asistimos atónitos a una especie de guerra entre Iglesias cristianas de la que, gracias a Dios nuestra Iglesia católica se ha desligado (la función de los franciscanos es a la seis de la mañana para que no exista problema alguno con nadie).

Pese a ello los momentos son emocionantes y emotivos. Entramos de cuatro en cuatro en el Santo Sepulcro. Hay que casi arrodillarse para poder entrar. Te permiten estar dentro escasos segundos. Pero sabe Dios que solo por esos pocos segundos vale la pena cualquier esfuerzo, cualquier sacrificio. Que grande esto Dios mío.

Misa en una capilla de los franciscanos. Cerramos su puerta enorme, con lo que nos aislamos del lio exterior. Misa maravillosa, cantos con sentimiento, de nuevo emoción, de nuevo emotividad, de nuevo...

Se ha acabado la peregrinación. Hemos celebrado la Misa de Pascua. El Señor ha resucitado en nuestros corazones desde esta Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalem.

Todo se ha acabado, porque lo que viene después es un poco de turismo por el barrio judío, la visita al muro de las lamentaciones y la despedida de María en la preciosa Iglesia románica junto a la piscina probática que recuerda el lugar de su nacimiento.

Algunos, después, se fueron al Vía - Crucis que organizan los franciscanos a las cinco de la tarde y del que os hablaré en el epílogo que hagamos de esta peregrinación, pero ya en Jerez. Otros se fueron a descansar que estamos reventados de tanto andar, de tanto calor, de tantas emociones. Otros se fueron de compras o a dar una vuelta.

Mañana casi todos vamos a volver a madrugar para salir a las siete del hotel y asistir a la Misa del Santo Sepulcro a las siete y media. Sera nuestra despedida. Intentaremos repetir de nuevo la visita al interior del sepulcro. Que más podemos pedir.

Por la tarde volvemos, y de madrugada de nuevo en nuestra tierra de Jerez a la que tanto queremos.

Haremos, como he dicho antes, un resumen de esta peregrinación. Explicaremos más detalladamente algunos de sus momentos. Pero ahora, en este momento, me acuerdo de mi hermano Lete que hizo este mismo viaje conmigo hace diez años. Lete decía que ojala le saliera un trabajo que le permitiera volver a tierra Santa una semana cada mes.

Todos los que estamos aquí pensamos lo mismo. Esto es un lio, un desastre a veces, totalmente distinto a lo que conocemos, calor enorme, torre de babel de personas, de religiones, de creencias, de formas de vida.

Pero pese a ello, aquí, amigos, esta Dios. No nos cabe la menor duda.

Hasta dentro de unas horas, un abrazo fuerte a todos. Luis


Se acabó. Esta mañana en la Basílica del Santo Sepulcro dimos por concluida la peregrinación.

lunes, 5 de julio de 2010

JERUSALEM, 3 DE JULIO DE 2010

Acaba de terminar el partido de España. También ha acabado el Sabbat (creo que se escribe así), por lo que, por fin, puedo ponerme a escribir estas líneas que pretenden transmitir a nuestros hermanos las sensaciones y vivencias de esta peregrinación que está resultando especial.

Pero antes me van a permitir Uds. que les diga que este es un país incomprensible demasiadas veces, y así les va. Resulta que el viernes al atardecer empieza el día santo para los judíos, pero a diferencia de cualquier país civilizado, aquí se vanaglorian de fastidiar al personal, me imagino que para demostrar una cierta sensación de superioridad. Esta mañana hemos desayunado todo frio, porque no se puede encender ningún aparato eléctrico, ayer no pude escribir estas líneas porque no se pueden encender los ordenadores, y así sucesivamente.

Pero creo que en el fondo hay mucho de hipocresía. Anoche había una especie de fiesta en el hotel que se lleno de judíos ortodoxos, todos de negro, todos con levitas, todos con los tirabuzones de medio metro, y todas ellas feas con ansiedad y vistiendo también de negro y de manera horrorosa. La comilona era de aúpa. Se supone que se reúnen para comer en comunidad y después marchar al muro de las lamentaciones. La realidad era que a las doce los únicos que habían salido del hotel eran dos jóvenes con una borrachera imponente.

Pero eso sí, hasta un ascensor funciona solo con la voz para no generar energía. Lo entienden ustedes.

Pero en fin, son sus costumbres, es su forma de decir al mundo que ellos son el pueblo elegido, y que los cristianos somos de una ralea inferior. ¡Qué le vamos a hacer!.

Hoy, por tanto, intentare resumir los dos maravillosos días que hemos vivido:

Viernes, dos de julio, Campo de los pastores.

Habíamos madrugado de nuevo. Pasamos la frontera de Belén sin complicaciones, fuimos de compras (creo que llevamos varios millones de rosarios, cruces, nacimientos, niños Jesús, ...), y a las once y media estábamos ante la Iglesia pequeña que recuerda el lugar donde el Angel anuncio a los pastores el nacimiento del Niño Dios.

María, nuestra guía, nos invito a unos dulces de navidad en los jardines exteriores, cantamos villancicos, disfrutamos, y a las doce entramos a la Iglesia para rezar el Angelus. Todos nos dispusimos alrededor de la Iglesia, redonda y con el altar en el centro, y una voz pidió que dedicáramos el rezo a nuestro hermano Nono Merino, a su familia, a sus amigos, y con él a todos los cofrades que se fueron.

Cogidos de la mano y de rodillas, escuchamos el Evangelio, y rezamos el Angelus más emocionante que probablemente jamás hayamos vivido. Al final, y además, alguien entonó el villancico de las casas del nacimiento ante la pintura que representa la Sagrada Familia.

Como sería aquel momento que hasta María, acostumbrada a convivir con miles de peregrinos a los que acompaña, rompió a llorar desconsoladamente abrazada a otros muchos que también lloraban de emoción.

Después nos contó que no había oído nunca aquel villancico, y que le había recordado las tristes navidades que pasa en una ciudad, Belén curiosamente, con su escasa familia, rodeada de musulmanes a los que le molesta cualquier cosa, cualquier canto de Navidad. Nos dijo que no sabíamos cuanto nos envidiaba.

Pero el día era, de nuevo, proclive a emociones porque a las tres de la tarde, sí a las tres, con una luz esplendorosa y bastante calor, celebramos, nada más y nada menos, que la Misa del Gallo.

Palabras maravillosas del Padre Felipe, que homilías estamos viviendo y escuchando, Iglesia llena a rebosar porque todo el que llegaba se iba añadiendo a nuestro grupo sorprendidos ante lo que vivían, y canto emocionado, mientras besamanos la imagen del Niño Jesús, del villancico de Antonio Gallardo que augura el fin del Niño que nacía en aquel momento en nuestros corazones, y la envidia que siente la fuente por la belleza del color divino de ese Niño.

Os juro que no estoy exagerando en lo más mínimo si os digo que conseguimos transmitir nuestros sentimientos a todos cuantos allí estaban. Precioso, sentido, inmenso.

Para colmo de emociones conseguimos que las 88 personas que componen el grupo estuviéramos juntos en la pequeñísima capilla que recuerda el lugar exacto del nacimiento de Cristo. Con un calor de sofoco, casi sin aire, cantamos un villancico de nuevo con tanto fervor que el Pope paró la cola de personas que accedían a la capilla para que pudiéramos terminarlo sin que nadie nos estorbara. Todo un detalle.

Y todavía quedaba algo más. No estaba previsto, pero creímos que era necesario hacerlo. Era viernes, el día en el que rezamos el ejercicio de las Cinco Llagas en San Miguel y la Salve a nuestra Madre de la Encarnación. Somos hermandad Sacramental, y le pedimos a María que nos buscara una Iglesia donde poder tener un rato de meditación ante el Santísimo en torno a las ocho de la noche.

Lo consiguió, como siempre. En la maravillosa Iglesia de la Agonía, alrededor de la piedra que recogió la sangre que sudo Cristo cuando le pidió al padre que si era posible que pasara tanto sufrimiento, pero que haría su voluntad, el padre Ramón expuso a Cristo Vivo y nos pidió silencio. Veinticinco minutos impresionantes, de verdad. Ni una sola tos, ni un solo arrastrar de sillas, ni un movimiento, solo el Santísimo y nosotros. Que belleza.

Alguien ha dicho que nos hemos traído a Jerusalén los silencios de nuestra hermandad, y yo estoy seguro que es así.

Sábado, tres de julio de 2010. Iglesia de la Agonía.

Empezamos escuchando Misa a las ocho de la mañana en el mismo sitio donde terminamos ayer. La homilía del Padre Ramón, centrada en el sufrimiento y, en especial en aquellos que tienen deficiencias, problemas, síndromes, ha sido de nuevo impresionante. Tras la Misa un franciscano nos ha abierto el huerto donde se conservan 8 ejemplares de olivo que, según los expertos, tienen un antigüedad de entre 1.500 y 2.000 anos. Otro detalle que agradecer.

Visita a la Iglesia del Pater noster, Ascensión del Señor (que curiosamente es una mezquita), Dominus Flevis (en medio del inmenso cementerio judío). Aquí nos sentamos en la también pequeña Iglesia que tiene la peculiaridad de que su retablo tras el altar es una gran cristalera que permite, sentados, estar viendo la preciosidad de la ciudad de Jerusalén desde el monte de los olivos.

Esta Iglesia rememora el momento en el que Jesús, antes de entrar el Domingo de Ramos en Jerusalem, se paro y lloro por la ciudad prediciendo la destrucción del Templo.

En esta situación, sentados, enfrente de Jerusalem y recordando el inicio de la primera Semana Santa de la historia, un hermano nos habló de las hermandades, de nuestra responsabilidad, de nuestras obligaciones. Pedimos todos por las hermandades, para que el Señor nos guie por el camino por el que nos necesite.

Galicanto; la casa de Caifás, las negaciones de Pedro.

Tras el acto en la Iglesia, bajamos a la cisterna en la que, con casi toda seguridad, estuvo Jesús mientras esperaba el juicio de los sacerdotes del Templo. A una profundidad inmensa, conociendo las circunstancias de lodo y barro en el que estuvo casi enterrado muchas horas, nos habló el Padre Felipe recreando el texto de aquellos momentos.

Se apagó la luz, nos quedamos a oscuras y empezamos a cantar el Perdona a tu Pueblo. ¡Ya os imaginaréis el resto!.

Pero aun quedaba lo mejor, la visita al Cenáculo (un lío de gente tremenda de no sé cuantas nacionalidades, todos con sus guías, todos explicando, todos intentando chillar más que el de al lado) no fue lo importante que esperábamos, pero dio igual, porque bajamos a la Iglesia de la Dormición que recuerda el sueño de la Virgen antes de su Asunción a los cielos.

La capilla tiene una cripta. En el centro, rodeada de columnas, una maravillosa imagen de la Virgen muerta, bellísima, imponente, sobrecogedora. De nuevo todos juntos, de nuevo todos los corazones unidos.

Cantamos el Sálvame Virgen Maria cargado de emoción, rezamos un misterio del rosario, y alguien pidió por nuestros familiares difuntos, por nuestros hijos, padres o hermanos que ya vivían al lado de la Madre. Cantamos el Salve Madre con más intensidad que jamás nadie lo haya hecho.

No os voy a contar lo que siguió porque no quiero parecer pesado. Solo diré una cosa: No sabemos qué es lo que está pasando en esta peregrinación.

María, nuestra guía y Nadi, el otro guía, nos dicen que nunca han vivido nada parecido. El padre Felipe dice que un ángel se nos va apareciendo en casi todos los sitios para hacernos vivir esta peregrinación al encuentro de Cristo y de su Madre. Otros dicen que es la Virgen la que nos está llevando de la mano. Pero lo cierto es que, estoy seguro, nuestras vidas van a cambiar a partir de este viaje. Nunca será nada igual, no puede serlo porque estamos sintiendo en nuestra sangre, en nuestro cuerpo, que merece la pena ser cristiano, que merece la pena seguir cada día, cada minuto, a aquel hombre que, en esta tierra bañada de sangre, dio la suya por todos nosotros.

Cuando lleguemos a Jerez podréis hablar con todos y cada uno de nosotros, podréis preguntarnos que hemos sentido y vivido. Comprobareis que no he faltado ni un centímetro a la realidad.

Mañana nos espera el gran día: Vía - Crucis y Misa en el Santo Sepulcro.

Allí nos volveremos a acordar de todos ustedes que nos acompañáis en nuestros corazones. Luis

viernes, 2 de julio de 2010

DESDE JERUSALEM, EN EL DIA UNO DE JULIO DE 2010

Ya estamos en la ciudad Santa. Ya nos hemos sumergido en esta autentica torre de babel en la que conviven, de mejor o peor manera judíos, cristianos y musulmanes, ya nos hemos cruzado con un judío ortodoxo que se ha tapado la cara con su libro de oraciones para no contaminarse con nuestra presencia, ya hemos paseado por la miseria y suciedad del barrio musulmán y por la limpieza impoluta, la seguridad y la luz del barrio judío. Ya estamos aquí dispuestos a vivir esta segunda etapa de nuestra peregrinación que culminara el próximo lunes.

Pero antes han sucedido muchas cosas, muchísimas. Parece mentira a la velocidad que vamos todos, como nos cunde el tiempo, la cantidad de cosas que somos capaces de hacer 86 personas sin perderse, sin retrasos, sin compras a destiempo. Pero es que levantarnos a las seis todos los días da para mucho.

Empezamos en el Jordan. Queríamos renovar nuestro bautismo en el mismo rio en el que Juan bautizo a Jesús, pero el lugar real de aquel bautizo, cerca de Jericó, está ahora cerrado por cuestiones de seguridad y el gobierno de Israel ha habilitado un brazo del rio en una zona cerca del Lago Tiberiades para que los peregrinos puedan ver cumplidos sus deseos.

Pero no es lo mismo, artificialidad, marketing... El acto no puede revestir la intimidad que requiere, y termina convirtiéndose en algo que, bueno no está mal, pero muy lejos del nivel de vivencias que llevamos sintiendo en estos días.

Menos mal que fue rápido y salimos pronto para Qum Ram, junto al mar Muerto, el lugar más bajo de la tierra (416 ms. bajo el nivel del mar), el sitio donde hace setenta años se descubrieron más de 14.000 manuscritos de los Esenios y sobre las que tantas mentiras, falsedades y tonterías se han escrito.

Impresiona ver como Vivian aquellas personas en pleno desierto, que comían, que hacían, como conseguían el agua... e impresiona mas saber que en aquel paraje Jesús subió a una montana cercana y sufrió amargas tentaciones.

Muy cerca de allí, el Mar Muerto. Parada obligada para que casi todos se vistieran como en Valdelagrana para recubrirse de un lodo negro asqueroso y flotar en unas aguas calientes y salitrosas. Si nos dicen en Jerez que tenemos que hacer lo que os he dicho, nos reímos de la propuesta. Aquí no, aquí hemos disfrutado como chiquillos en la única hora de asueto que hemos tenido en todo el viaje.

Otra vez al autobús. Otra vez comida. Otra vez autobús: Ein Karen (la ciudad de Isabel, la prima de Maria; la ciudad que vio nacer a Juan el Bautista). En la Iglesia que conmemora el lugar de su nacimiento, recoleta, española por los cuatro costados porque fue costeada por los reyes de España el siglo XVI, íbamos a retomar de nuevo nuestra peregrinación.

Hoy no tocaba Misa, pero el final del día de ayer en Tabor cortado abruptamente, nos hizo pensar que era bueno para el grupo compartir una nueva Eucaristía, y, gracias a Dios pudimos hacerlo, y gracias a Dios vivimos otro momento inolvidable.

El Padre Ramón, en su homilía, retomo la conversación con el corazón que el Padre Felipe no terminó en Tabor, y desde la transfiguración nos sumergió en el mensaje misionero de Juan, y en el fin evangelizador de nuestra Peregrinación. Y... el silencio tras su homilía. Dos, tres, cuatro minutos, nadie lo sabe, porque nadie se movió, el silencio se cortaba, el tiempo no pasaba.

Los silencios del Padre Ramón se están convirtiendo en muy importantes. Alguien ha dicho que el Padre Ramón es Morante de la Puebla y el Padre Felipe es una mezcla del Juli y Manzanares. No soy especialmente taurino y no lo puedo valorar, pero si puedo decir que nuestros directores espirituales son dos primeros espadas de nuestra Iglesia. Impresionante, de verdad, todo lo que os pueda decir es poco.

Tras la Misa que, curiosamente, fue seguida por un Pope y su grupo de peregrinos, lo que creo que nos envalentono, había que realizar un esfuerzo inmenso porque teníamos que subir una cuesta empinada de más de 500 metros para llegar al templo franciscano que se ubica en la primitiva casa de Isabel, la prima de Maria. Pero mereció la pena, porque rezar el magnificat donde surgió es un todo un privilegio al alcance de pocos.

Pero aun quedaban sorpresas. Llegada a Jerusalem. Subida al monte Scopus (junto al monte de los olivos y ante la universidad hebrea de Jerusalen). Vista maravillosa de la ciudad que nos dejo a todos atónitos y... Maria, nuestra guía principal, el motor de la peregrinación.

Una pequeña copa de madera para cada uno, un poco de vino, un brindis por la paz en la Tierra de Cristo, y el canto del salmo que nos sitúa ya en Jerusalén. Y mas... Nos hizo cogernos de la mano, hacer varios corros, y para sorpresa de todos empezó a cantar la canción que los judíos cantaban hace dos mil años cuando llegaban a las puertas de la ciudad, que fue seguida por todos, y fue bailada por todos con un ritmo monótono y alegre.

Si queríamos sentirnos de verdad parte de esta tierra, al menos por unos días, creo que no ha habido mejor manera de hacérnoslo vivir.

Y el final del día. Para todos aquellos que lo deseen Maria nos dará una vuelta por la ciudad antigua hasta el muro de las lamentaciones (por cierto ayer dije que era israelita y es realmente Palestina cristiana, casada con un palestino cristiano maronita).

El paseo ya casi os lo he comentado al principio. Tan solo ha faltado que un judío ortodoxo nos escupiera a nuestra paso como dicen que hacen algunos que consideran a los cristianos cerdos, pero es triste ver a un montón de gente anclada en un pasado sin futuro, con la esperanza puesta en la llegada de quien ya llegó hace dos mil años, llorando frente a una simple pared en la que ellos dicen que está su Dios. Gente que no trabaja porque solo se dedica a estudiar la Tora, que vive de subvenciones y limosnas, que tiene a las mujeres sojuzgadas, que...

Nos dicen muchos, que a estos ortodoxos nos los pueden ver el 90 por ciento restante de judíos que tiene que trabajar denodadamente para mantenerlos. En fin, cosas de estas tierras.

Pero lo importante es que estamos ya aquí, que mañana marchamos a Belén, que seguimos viviendo y disfrutando una peregrinación que Dios está permitiendo que sea casi perfecta.

Mañana intentare seguir transmitiéndoos nuestra alegría y felicidad. Hoy hemos vuelto a pedir por nuestras hermandades, mañana, día dos, pediremos, desde el recuerdo de Nono Merino, por todos los cofrades que se fueron, por sus familias, y por todos ustedes.

Un abrazo de todos cuantos compartimos con vosotros la ilusión de esta experiencia. Luis

jueves, 1 de julio de 2010

CONCENTRACIÓN PRO-VIDA

“CONCENTRACIÓN PRO-VIDA CONTRA LA LEY DEL ABORTO”

DOMINGO 4 DE JULIO
21 HORAS
PLAZA DEL ARENAL
CONVOCA: PRO-VIDA


Queridos hermanos:

Como todos podemos saber, el Gobierno de la Nación, ha aprobado un reforma de la Ley del Aborto a propuesta de la Ministra de Igualdad la Sra. Dña. Bibiana Áido. Ante esta Ley que promueve y aconseja el asesinato, vulnerando el derecho a la vida de todo niño engendrado, una ley que va a educar a nuestro hijos en las ventajas que tiene el abortar y en la eliminación de la vida desde el primer instante de la encarnación, no podemos quedarnos, como cristiano que somos, impasibles.

He aquí que la Organización PRO-VIDA convoca este DOMINGO DÍA 4 DE JULIO a una CONCENTRACIÓN EN LA PLAZA DEL ARENAL de 21 a 22 horas.

Por tanto, os convocamos a que estemos todos en la Casa de Hermandad a las 20:45, tras misa de 20h, para salir juntos hacia la plaza del Arenal para dar testimonio de repulsa a esta Ley.

No te quedes al margen. Participa. Os esperamos.

LA JUNTA DE GOBIERNO

DESDE EL LAGO TIBERIADES, miércoles 30 de junio

No conseguimos solucionar el problema de enviaros algunas de las fotos que estamos haciendo en la peregrinación. Quizás mañana en Jerusalén consigamos solucionar el problema.

Día intenso, precioso, intimo, con momentos especiales.

A las ocho de la mañana ya estábamos en el Monte de las Bienaventuranzas. Eucaristía al aire libre con el fondo majestuoso del mar de Galilea, los Altos del Golán, y los muros de la pequeña e intima Iglesia que rememora el lugar desde el que Cristo proclamo la constitución de la Iglesia, como definió el Padre Felipe en su homilía a las palabras que pronunció Jesús en esta ladera agreste y feraz que han convertido en un autentico vergel.

Cuatro Misas se celebran a la vez en otros lugares cercanos, nuestros cantos se entrecruzan en la lejanía con los de un grupo de japoneses, otro norteamericano, otro africano y otro no sabemos de donde. Una maravillosa torre de babel en torno al mensaje de Jesús.

Qué bonito empezar el día así, viviendo la Santa Misa en esta especie de anfiteatro romano, de teatro, que nos permite rodear y estar cerca, muy cerca, de los celebrantes. Qué bonito ver como de nuevo Joaquín Perea lleva puesta sus medallas de nuestras hermandades sobre su ropa de acolito. Qué bonito ver como ya van apareciendo las medallas de nuestra hermandad sobre los pechos de muchos de nosotros como si de una Función Principal se tratara.

La Catedral de Pedro. La Pequeña Iglesia presidida por una enorme piedra desde la que es probable que Jesús confirmara a Pedro como su sucesor en la tierra. En la misma orilla del Mar de Galilea o lago Tiberiades, escuchando solo el murmullo de las aguas cercanas, oímos las palabras de nuestra maravillosa guía (Maria, israelita, cristiana) ¿el porqué Jesús decidió que fuera Pedro?, el más bruto como ella dijo, quien le sucediera, quien se convirtiera en primer Pontífice de nuestra Iglesia.

Nos hablo de los sacerdotes, de sus problemas como hombres elegidos por Dios, de la necesidad de nuestra ayuda...
Una gozada autentica que culmino con todos nosotros con los pies metidos en el agua del lago y buscando piedras en forma de corazón para traérnosla de recuerdo (algunos van a montar una casa con ellas de la cantidad que cogieron)

La basílica Benedictina de los panes y los peces, preciosa, con apariencia de bizantina y románica, de paredes de piedra desnuda. Allí Jesús cogió dos panes y cinco peces, dio de comer a 5000 personas, sin contar a mujeres y niños, y sobraron doce cestas como dicen los Evangelios. ¿Porque fue aquel el sitio elegido por Jesús?. ¿Qué significado tiene esta multiplicación y otros milagros similares?. María de nuevo llevaba la batuta y nos centraba en aquel momento de la historia de hace dos mil años. Nos explicaba simbología y significado. Nos daba respuestas a todas las preguntas que cualquiera pudiéramos hacernos.

Cafarnaum. La casa de Pedro, la casa de la suegra de Pedro, la sinagoga desde la que Jesús creó una nueva escuela rabínica, ¿quienes componían aquella escuela y porqué?, la revolución de permitir asistir a aquella formación a mujeres, los milagros de Cristo en la ciudad más importante de la Galilea de aquellos años, cruce de caminos hacia lo que hoy es Líbano, Jordania y Siria. El rezo del Ángelus sobre las mismas piedras desde las que Jesús formaba a los judíos. De nuevo recuerdo a la Virgen, de nuevo emoción.

Paseo por los restos de la ciudad y, ¡horror!, ¿qué es aquello que parece un platillo volante?: la Iglesia construida sobre la primitiva del siglo I que, con casi total seguridad era la casa de Pedro, que pertenecía a su suegra y donde se alojo Jesús durante sus largas estancias en esta ciudad. El horror se atenúa, sin embargo, cuando comprobamos que es una espectacular obra arquitectónica que ha conseguido construir una Iglesia grande sobre la primitiva sin clavar un solo pilar en el terreno sagrado y consiguiendo mantener todo el conjunto de casas e Iglesia en su integridad.

Y nos vamos al barco que vamos a cruzar el mar de Galilea como también hizo Cristo en algún momento de su vida. Todos cabemos aunque nos parecía en un primer momento que no. Sopla un aire más fresco que nos alivia del calor agobiante que nos persigue. Empezamos a navegar y, atónitos, observamos que nos han preparado una preciosa bienvenida: la bandera de España es izada en el mástil del barco mientras suena nuestro himno, el que no tiene letra, el que nos llega al corazón. Todos de pie. Todos emocionados. A 3.500 kms. de distancia sentíamos a nuestra tierra con intensidad. Era como la salida de cualquiera de nuestros pasos. Algunas lágrimas cayeron. Todos nos emocionamos.

Navegamos con tranquilidad, alguien dijo que con marinería. El Padre Ramón nos lee el Evangelio, más que leerlo nos lo hace vivir y sentir. Las últimas palabras del texto: ¿Quién es ese hombre que es capaz de calmar el mar y las tempestades?, resuenan en nuestras almas. Todo es silencio absoluto, impresionante. No se escucha nada salvo el graznar de alguna gaviota cercana. No sé cuánto tiempo duro aquello, pero os juro que fue maravilloso.

Alguien ha puesto música, es el shalom hebreo, y siguen otras canciones, algunos bailan, los marineros cantan e incitan a que nos unamos a ellos, la gente ríe y se divierte, la guía nos recuerda que también con el baile, con los cantos, honramos y veneramos a Dios. Alguien canta una sevillana que es bailada por los valientes. Una hora así. Una hora preciosa. Una hora de descanso del alma ante tantas emociones.

Ya atracando no se le ocurre al encargado de turno otra cosa que poner la famosa “Macarena” de los del Río que suena estruendosamente y que, vaya tela, es inmediatamente bailada por un montón de peregrinos chinos o japoneses que no lo sé, que partían del punto de atraque en otro barco. Risas e hilaridad. Alegría a raudales. Estamos viviendo algo único, lo sabemos y todos intentamos que no exista problema alguno en esta comunidad que hemos formado durante ocho días y que se viva una autentica hermandad.

Pero nos quedaba lo mejor del día tras el almuerzo: El Monte Tabor. Que belleza de Iglesia. Que preciosidad de teselas. Todos bajamos las escaleras que, dentro de la Iglesia, nos sitúan en la pequeña Capilla que preside el presbiterio y que está ubicada sobre las piedras primitivas del monte. De nuevo Maria, y ahora nos habla de transfigurarnos, de quemar nuestros miedos y dejarlos allí en aquel monte, de intentar vivir la maravillosa alegría de la palabra de Cristo.

En una esquina el Padre Felipe se ha sentado en la escalera porque todos no cabemos en la capilla. Maria lo invita a hablar, el Padre Felipe se sorprende porque no se lo esperaba, gasta alguna broma, pero arranca a hablar...
Es su corazón el que se dirige a nosotros, el mismo corazón que se rompió en la Anunciación ayer y lo hizo llorar a lágrimas vivas, el mismo corazón de hombre bueno que nos ha demostrado tantas veces.

No se calificar lo que escuchamos porque probablemente no haya forma de hacerlo. Solo puedo deciros que.... nos echaron. Eran las seis y teníamos que habernos ido a las cinco y media. Había que cerrar y quizás fuera bueno así, porque nos quedamos con tal necesidad de continuar que vamos a coger el día de mañana con la seguridad de retomar lo que hoy se corto: el momento en el que un fraile mercedario nos hablaba de cambios en nuestra vida, de esperanza, de alegrías, de ...

Mañana será otro día. Llegamos a Jerusalem. Lo ansiamos, lo deseamos porque intuimos lo que vamos a vivir.

No tengo que deciros como nos acordamos de todos, ni indicaros que todas y cada una de nuestras peticiones hablan de Jerez, de hermandad, de Semana Santa, de nuestras familias, de nuestros amigos, de todos los que queremos, de vosotros.

Ojalá mañana también pueda contaros las experiencias que vivimos. Perdonad si escribo con largueza pero, os juro, que del día de ayer y del de hoy podría escribir mil veces más de lo que lo he hecho. Es tanta la intensidad, es tanta la emoción, son tantas las vivencias de cada uno de nosotros que por mucho que lo intento no soy capaz de resumir estas notas que os envío con el corazón desde esta Tierra bendita.

Un abrazo muy fuerte para todos, Luis